¿Dónde está la libertad de elección?
Por mucho que me gusten muchos de los productos de la región, por mucho que disfrute tomándome un Ribera o un Verdejo en un restaurante, imponer ciertos vinos y productos con una denominación de origen específica me parece un despropósito.
Vivimos en el siglo XXI aunque algunos se enroquen en proteccionismo propios de otras épocas. Los clientes (y los turistas y los hosteleros) no somos tontos. Si un producto es de calidad y tiene un precio razonable los clientes lo demandan (y los hosteleros se encargan de tenerlo pues de ello depende su negocio). No veo el sentido a imponer ciertas denominaciones de origen en los restaurantes.
¿Y si quiero montar un restaurante alemán o andaluz o gallego? ¿Y si resulta que algún día los vinos de otras regiones son superiores en calidad y precio a los de Castilla y León y nadie los quiere? Como dice el dicho, el cliente siempre tiene la razón. Dejemos que él juzgue y elija lo que prefiere.

En la actualidad, el turismo gastronómico y enológico ha pasado de ser una actividad complementaria dentro de la oferta turística general, a convertirse en un objetivo prioritario, cada vez más demandado.
Además, considerando el interés cada vez mayor en el mercado turístico de la gastronomía y de la enología, junto a la variedad y calidad de su oferta hace que Castilla y León mantenga una posición privilegiada como destino turístico.
En cualquier caso, a la vista de las sugerencias y de acuerdo a lo expuesto, se modificará la redacción del proyecto para precisar la redacción y evitar interpretaciones erróneas. Así se eliminará las referencias a marcas específicas, como la marca Tierra de Sabor, y se hará una redacción más genérica en relación con los productos a la gastronomía tradicional de la Comunidad de Castilla y León, en beneficio de la oferta del turismo de calidad, y como reflejo de la identidad gastronómica propia de nuestra Comunidad.